Jean Jacques obvio ese pasaje que condenaría su futuro, dejo a aquella mujer ahogarse en su grito dentro de ese lúgubre pasadizo, una larga pared de viejos ladrillos contenía las sombras de hombres como demonios que violentaban el cuerpo de una mujer sin pecados que se entregaba por las noches al juicio de dios y a los brazos de su amor.
Como solía suceder a menudo, Jean, a causa de embriaguez no llego a casa esa noche.
Recomponiéndose lentamente en un rincón de una plaza de la ciudad, se sacudió la tierra, las hormigas y demás insectos de los pantalones. Se tomo su tiempo para volverse a sentir Jean Jacques. Se sentó en una banqueta al lado de un hombre mayor quien leía tranquilamente el periódico matutino, al pasar las hojas la pagina de sucesos quedo a la vista de Jean. Viéndola a ella, vio su nombre a pie de pagina y luego su cuerpo desnudo golpeado y ensangrentado difuminado por la censura periodística.
Jean se hundió en esa banqueta. Lloro un poco y después de un buen tiempo al fin pudo recordar un momento feliz con carolina, una alegría mutua que pudieran compartir fue el día en el que percibió toda la belleza del mundo emanada de la sonrisa de carolina.
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